Virginia Hernández Reta
Pablito clavó un clavito en la calva de un calvito
y un hilito de espesa sangre escurrió entre las losetas donde yacía el calvo, mientras Pablito se preguntaba qué mente retorcida lo habría confinado a ese macabro destino en aras de la dicción, cuando era claro lo hermoso que resultaba un clavo desnudo -pequeña saeta llena de expectativas y sostén de mil posibilidades- tan sólo clavado en la pared.