Escuer y Bernal

28 de julio de 2009

CINCO PISOS

Eduardo Parra Ramírez


El portero del edificio recordó repentinamente a Sarmiento. Como cada noche, su insomnio persistía. Su mente solía producir imágenes flotantes. Esta vez no. Su pensamiento proyectaba una película en la que Sarmiento moría. Se asustó. Mañana se lo digo para que no se cumpla, pensó. De pronto, un pensamiento demasiado ruidoso se elevó desde su cabeza. Se filtró por los poros del techo hasta llegar al departamento 101, donde la señora Luisa dormía. El pensamiento irrumpió en su sueño. El Hombre de la Novela estaba a punto de hacerle el amor a doña Luisa cuando entró Sarmiento. ¿Qué te propones, Sarmiento? ¡Largo de aquí!, gritó ella. Sarmiento buscó asustado la salida. Tuvo que encender la luz. El borracho del 201 creyó ver una luz. Maldita luz, dijo, me desconcentra. Y trató de volver a ver las hormigas azules que se comen la música. Dio otro trago a la botella de vodka que se escurrió a chorros por su cuello, produciendo un aroma que a Baruch, el niño del 301, le recordó a su padre ausente. Suspiró y el suspiro se confundió con el débil gemido de Alicia, que hacía el amor en el 401 con Alfredo. Tumbado en el piso del 501 con una oreja pegada al suelo, Sarmiento los escuchaba. Reconoció los estertores de Alicia. Desdichado, se levantó y se tiró por la ventana. El golpe de su cabeza contra el concreto despertó de su insomnio al portero del edificio.