Escuer y Bernal

5 de julio de 2009

DUENDES

Mónica Sánchez Escuer


Hay duendes en el callejón. Tal vez cientos, miles de pequeños seres que se esconden entre las letras, se cuelgan de ellas, las estiran y aguangan, o les da por encogerlas a su antojo y regarlas como hormigas en el piso. Por las noches, embarran las paredes con un líquido oscuro y espeso que convierte en negritas todo lo que toca.


El Bernal y yo no nos damos abasto, cada mañana limpiamos ladrillo por ladrillo, repintamos las letras, las cosemos o planchamos hasta dejarlas visibles y muy monas. Pero ellos siempre regresan y lo revuelven todo.


Lo más preocupante es que, por la forma en que sonríe, empiezo a sospechar que los duendes se anidan en la cabeza del Bernal. Hace poco, en uno de sus ojos, descubrí diminutas manchas redondas. Él dice que son los puntos finales de todas sus historias. Yo creo que son ellos, seguro se pasan el día revoloteando en su cráneo, jugando ping pong o bote pateado, muertos de risa. Y todas las noches, mientras el Bernal duerme, salen de un oído, bajan por el brazo, brincan de sus dedos como ranas y se cuelgan de las letras para dejar su huella en el callejón.