28 de enero de 2011
TIEMPO LIBRE
24 de enero de 2011
PARAÍSOS TRÉMULOS
20 de enero de 2011
LA ESPOSA DE LOT
16 de enero de 2011
14 de enero de 2011
EL FANTASMA
Graciela Noyola
En el principio, la leyenda le otorgó una majestad de siglos. Su voz de cascada intermitente reblandeció los muros de las ruinas.
No hubo escenario natural que renunciara a sus apariciones. ¡Con qué gracia lograba metamorfosis de pánico! Fue alarido en las márgenes de ríos, espanto indefinido en la cueva de algún monte, criatura infernal en los abismos y bosques, fue también alma en pena merodeando casonas y panteones. Fue terror del viajero en el cruce de caminos, su rapidez de bandido inmensurable era prestigiada por su arma contundente: bolas de fuego rasgando la negrura del cielo.
Sus principales aficiones, para orgullo de su cofradía, eran practicar gemidos al compás del viento o telequinesis frente a un público de ojos azorados; proyectar sombras indecisas en rincones inusuales o extraer crujidos de maderas añejas en mitad del silencio.
Nada era comparable con el gozo que le provocaba el golpear de un corazón acelerado por el miedo, percibir las frentes perladas de sudor helado, el escalofrío recorriendo con lentitud una espina dorsal o unos cabellos erizados hasta la comicidad. ¡Qué tiempos los de entonces! ¡Qué manera de existir en el mundo de los vivos!
En sus apariciones de cuerpo entero, un reflector de luna infundía un terror cierto e inspiraba historias donde sus cadenas resonaban arrastrándose de boca en boca durante generaciones.
Eso era respeto ganado a pulso en centenares de años, ésa era la dignidad ostentada en el vaivén de su cuerpo blanquecino de sábana.
Ahora, en la punta gótica del actual escepticismo, el fantasma, convertido en gárgola, prepara su caída. Su ruina empezó con la Universal Pictures y su legión de monstruos y fantasmas “de pacotilla”.
Ya tendrán un libreto y un suicidio más en la conciencia, Columbia y Paramount Pictures.
2 de enero de 2011
LUCY Y EL MONSTRUO
Ricardo Bernal
Querido Monstruo:
Ya no te tengo miedo. Mi papi dice que no existes y que no puedes llamar a tus amigos porque ellos tampoco existen. Cuando sea de noche voy a cerrar los ojos antes de apagar la luz del buró y voy a abrazar bien fuerte a mi osito Bonzo para que él tampoco tenga miedo. Si te oigo gruñir en el clóset pensaré que estoy dormida. No quiero gritar como siempre. No quiero que mi papi se despierte y me regañe.
Ya sé que me quieres comer, pero como no existes nunca podrás hacerlo; aunque yo me pase los días pensando que a lo mejor esta noche sí sales del clóset, morado y horrible como en mis pesadillas… Mañana, cuando juegue con Hugo, le voy a decir que te maté y que te dejé enterrado en el jardín y que nunca más vas a salir de ahí. El se va a poner tan contento que me va a regalar su yoyo verde y me va a decir dónde escondió mis lagartijas (siempre ha dicho que tú te las comiste, pero eso no puede ser porque mi papi me dijo que no existes y mi papi nunca dice mentiras).
Voy a dejarte esta carta cerca del clóset para que la leas. Voy a pensar en cosas bonitas como en ir al mar, o que es navidad, o que me saqué un diez en aritmética.
¡Adiós, monstruo!, que bueno que no existas.
Mi pequeña Lucy:
¿Cómo que no existo? Tu papi no sabe lo que dice.
¿Acaso no me inventaste tú misma el día de tu cumpleaños número siete? ¿Acaso no platicabas conmigo todas las noches y te asustabas con los extraños ruidos de mis tripas?
Todas las noches te observé desde el clóset y tú lo sabías… Aunque nunca me viste conocías de memoria mis ojos, mi lengua y mis colmillos; pues todas, todas las noches me soñabas.
Por eso cuando leí tu carta sentí tanta desesperación. Por eso destrocé tus juguetes y me comí de un solo bocado a tu delicioso osito Bonzo.
Lo juro Lucy, tú ya estabas muerta.
Tenías los ojos abiertos y cuando toqué tu barriguita estaba más fría que mi mano. Seguramente te mató el miedo y yo no pude comerte pues no me gusta el sabor de los niños muertos. Lo único que hice fue regresar al clóset y llorar de tristeza hasta quedarme dormido… ¡Pobre Lucy! ¡Pobre Lucy y pobre monstruo solitario!
Ahora tendré que salir de aquí, alejarme de los adultos que cuidan tu pequeño ataúd y dejar esta carta donde puedas encontrarla… Necesito la risa de un niño y necesito el miedo de un niño para seguir vivo.
Por cierto Lucy, ¿dónde dices que vive tu amigo Hugo...?