Libia Brenda
Su dentadura no era perfecta, pero como ella se lavaba los dientes con aplicación, no tenía mayores quejas. Sin embargo, el mal aliento persistía. A pesar del enjuague azul eléctrico, del cepillado matutino, después de comer y por la noche, no podía librarse de la sensación de halitosis, de la realidad de la halitosis. Evitó durante mucho tiempo besar a nadie.
Un miércoles soñó que se le caían los dientes, no todos, sólo algunos, y los que se desprendían estaban negros, como si se hubieran chamuscado. Se asustó. Recordaba haber paseado la lengua por la boca, en el sueño, y haber sentido primero los dientes flojos, luego, las encías sensibles, rosas y blandas. Le escribió a su astrólogo de cabecera “dicen que soñar que se te caen los dientes significa que alguien va a morir”. Él contestó tranquilizadoramente: “en realidad, según los astros, el cosmos y los arcanos, significa que viene un periodo de renovación en tu vida”. Casi se emocionó ante la perspectiva de un cambio.
Pero el astrólogo era ignorante de todo lo relativo a la odontología y la estomatología, por lo que impuso a sus palabras un dejo de misticismo y creyó, él mismo, que hablaba de cosas trascendentes: un viaje, una mudanza, quizás un nuevo amor. Se equivocaba, desde luego. A ella se le aposentó un virus maligno, se le cayeron varios dientes, el dentista le arrancó el resto y le puso una nueva, reluciente, durísima dentadura postiza.
Ella siguió lavándose la dentadura con aplicación, pero cada mañana y cada noche, al esparcir o eliminar el adhesivo con cuidado, maldecía meticulosamente al astrólogo de cabecera, a los arcanos, el cosmos y los astros, por haberle deparado semejante cambio en su vida. Su mal aliento desapareció, pero ahora sentía un perenne dejo a resistol, que le impedía besar a nadie.