Edilberto Aldán
Inició como un intercambio casual acerca de la naturaleza divina, ideas sueltas para llenar los huecos en que se empeña el silencio; pronto se fueron uniendo otros a la conversación con argumentos más intrincados, con opiniones que diferían apenas en un matiz pero que en la discusión relucían como hogueras altísimas.
Los escépticos fueron relegados por los inquisidores a quienes se les hacían espuma en la boca las palabras imagen y semejanza. Cuando llegaron los recién conversos envueltos en el fanatismo ya nadie escuchaba. Hasta que las palabras fueron sólo un ruido de jauría.
El estruendo de la discusión lo alcanzó todo, hasta llegar a Dios, quien cansado de escuchar las múltiples variaciones de la misma idea equivocada, mandó el diluvio, y dejó sólo a dos de cada especie, todos ellos mudos.