Desde hace meses, en mis ojos anidan pequeños cuervos. Los oigo, los siento moverse, casi los huelo. Si me esfuerzo, logro ver sus alas, sus picos diminutos. Cada día son más, y más grandes. Un día me aparecieron pequeños puntos flotantes como una migraña de luces negras. Poco a poco fueron creciendo, manchándome la vista. Hoy apenas logro distinguir este papel en el que escribo. El doctor me dice que estoy sana, el sicólogo, que esos cuervos están en mi cabeza, que son miedos, pequeñísimos telones que me esconden. Gotas, cápsulas, Bach y sus flores, Lacan y su espejo, han sido inútiles. Los pájaros negros siguen ahí, creciendo. Algunos ya aprendieron a volar en la órbita del iris; todo parece girar con ellos: la pata de la silla, mi pluma, yo misma. Hago un esfuerzo, quiero encontrar sólo manchas, temores ennegrecidos, los poemas que intenté quemar, los labios del hombre que nunca busqué, las palabras podridas en mi lengua. Pero no, ahí están, son cuervos miniatura volando en círculo como aves de rapiña. Y van bajando, me miran, me huelen, veo sólo picos, cada vez más grandes, más abiertos.
7 de junio de 2009
LOS CUERVOS
Mónica Sánchez Escuer