Escuer y Bernal

5 de agosto de 2009

CONMOCIÓN

Paloma Zubieta López


Después de la conmoción, la alcoba quedó casi en silencio y el aire se hizo más pesado. El cuerpo de un hombre tendido en el piso sufría los últimos estertores mientras una mancha de sangre oscura se extendía hasta la puerta. En la penumbra se adivinaba a la silueta contemplando la escena con ojos brillantes. Una carcajada perversa despedazó la noche y, en un abrir y cerrar de ojos, el engendro escapó por la ventana. No sé cuánto tiempo pasó hasta que logré moverme y salir de mi escondite. Al menos, aquel día pude burlar a la muerte.