Escuer y Bernal

3 de octubre de 2010

LA BELLA DURMIENTE

Gabriel Rodríguez


Una vez, una princesa de dieciocho años quedó dormida por un ensalmo que unas brujas dispusieron cuando ella nació: el sueño la sojuzgaría eternamente, y a los reyes, y a todos los habitantes del reino. Su hada madrina no pudo eliminar el hechizo, pero sí ingenió una salida: un beso enamorado podría despertarla. Como ella era la más principesca princesa que se pudiera desear: cabellos negros, piel blanca, ojos verdes, y hoyuelos en las mejillas; era fácil que incitara deseos de besarla tan sólo al verla. Se durmieron los relojes, y los gallos, hasta el agua que corría. Sólo las plantas crecieron.


Cruzaba el bosque un príncipe montando un alazán. Le sorprendió encontrar entre la maleza el castillo. Cuando entró en la recámara, miró acomodarse entre las sábanas de seda a una enorme gorda, sonámbula, con un hueso de jamón aún en su mano.