Queta Navagómez
La gallina de los huevos de oro, de tanto empollar, tuvo un pollito. El animalillo tardó en romper el cascarón dorado. Cuando lo hizo, sacudió lentamente las áureas plumas que pesaban una enormidad. Luego intentó incorporarse, pero el agobio de las alas metálicas se lo impidió. Así estuvo, acurrucado, sin poder abrir su piquito de oro, hasta que murió de inanición.