Queta Navagómez
El emperador sabía que su nuevo traje era un fraude: no existían los hilos de oro ni las delicadas telas. Aún así, enfermo de vanidad, decidió aprovechar la oportunidad de salir desnudo ante sus súbditos, para mostrar el gran lunar en forma de corazón que tenía en la nalga izquierda, y que tanto le alababa su mujer.