Escuer y Bernal

9 de mayo de 2011

DESPUÉS DEL FUNERAL

Magdalena López Hernández


Lunes 23

Mamá ha muerto


Jueves 26

Tocaron a la ventana. Abrí. No era nadie, quizá un poco de aire frío porque después el cuarto se congeló. Parecía un sueño. No abrí los ojos porque los tenía abiertos y no soñaba.


Viernes 27

La casa apesta a podrido, a una mezcla de amoniaco y huevo de tres días. He tenido que ponerme un cubrebocas para apartar el olor, y colgarme una bolsa al cuello para cualquier vómito imprevisto.


Sábado 28

Me tocó preparar el desayuno. Como siempre, huevos revueltos, jugo de naranja y café. No sé hacer otra cosa. Con el olor a podredumbre entremezclado con el de la comida, agradecí tener el fregadero al lado. Esperé a mamá para desayunar. No llegó.


Lunes 30

Hace dos días que no veo a mamá. La última vez estaba tan dormida que parecía muerta, pero no lo está porque mamá murió hace una semana y conversé con ella en su cuarto el sábado en la noche. Le pregunté si no le molestaba el zumbido de las moscas. Ella dijo que no porque las moscas eran silenciosas a la hora de comer.


Viernes 04

Últimamente mamá me llama para cenar. Antes del funeral no lo hacíamos pero ahora lo hacemos. Cenamos en su cuarto, en la cama de mamá.


Domingo 06

Después de cerrar la puerta, mamá me hace recostarme sobre la cama y todo el peso de la ropa se disuelve. Los dedos de mamá me peinan mientras dice “tranquila, cariño, sólo déjate querer”. Yo la escucho y su voz me adormece. Sólo siento… ¿qué siento? La boca de mamá jalándome la vida por el seno. Los dedos de mamá en movimiento continuo dentro de mí. Sangro del pecho, sangro del sexo y la sangre se vuelve alimento y mi madre se vuelve alimento y ella come y las moscas no zumban y se la comen en silencio.


Lunes 07

Despierto por la noche. Mamá aún duerme. Un hilo de sangre se escurre por sus labios. Lo limpio. Beso su frente. Todo ha sido un sueño.


Miércoles 08

Mamá vuelve a llamarme a cenar. A mitad de su comida comencé a temblar porque el aire me faltaba. Su cara se asomó por entre mis piernas con una sonrisa enmarcada de mi sangre. “Oh, pobrecilla”, dijo y se sentó sobre mi pecho dándome la espalda. Rasgó sus glúteos. Sangró. “Bebe porque la sangre es vida y la vida es una tumba”. Fue la primera noche que nos cenamos juntas.


Sábado 11

Los diarios dicen que he muerto, que me encontraron al lado del cadáver podrido de mi madre. Mentiras. Estoy aquí, al lado de mamá. A ella le han brotado los gusanos y a mí me ha heredado sus moscas.