Berta Gómez
Fantasía tres
Ella está en una pequeña celda, apretada por sus cuatro muros que se alzan sobre la breve cama de catre. La rodean libreros repletos de tomos enciclopédicos y música. Un cantaor se escucha de fondo. La luz es poca, el olor extraño, rancio, viejo. Entonces la tomas por el centro. Ella se siente frambuesa, cereza: la comes como a una fruta de dulces sabores. Y el olor rancio y viejo se convierte en fresca huerta por la mañana. Me siento como una fruta, te dice mientras suenan las guitarras flamencas.
Fantasía seis
La habitación es obscura; el sonido es el de la calle. Al frente, un gran balcón que mira hacia el mundo iluminado de afuera. En el centro hay una mesa, un florero y un sillón de tapiz floreado. Qué extraño, él piensa, que esa mesa no esté a un lado de la gran ventana con puertas de madera. Los techos son altos, el piso frío. Demasiado frío, quizás, para la temperatura de la habitación: hace demasiado calor. Afuera es de día y la gente camina, juega, habla, conduce autos y suena las bocinas. El murmullo de la calle, alto, llega a esa habitación obscura dentro del día como lejano rumor. ¿Haremos el amor? Ella le pregunta mientras te muestra su lunar extraño. Sí, le respondes con la mirada de lo inevitable.
Danza
Antes bailábamos, ahora sólo nos interesa mirar. Ella te reclama y te recuerda sin querer ese día en el que describiste su anatomía interna: Es una especie de trompa que sale de tu sexo. Me absorve, me chupa los dedos. Los dedos que introducías con fuerza. Has de ser muy fértil, le dijiste con la voz del que sabe. Ella cerró los ojos: nunca había sentido por dentro tanto movimiento. Trompetas festivas tocaban música en su cabeza. Yo bailo bien cuando mi pareja me hace eco, le dijiste esa otra vez mientras la salsa y la cumbia. Ella giraba con la cabeza para alcanzar tus ojos. Qué bien bailas, dijo ella. Y tú solo querías mirarla.