Escuer y Bernal

12 de noviembre de 2010

EMPRESA TRANSNACIONAL SOLICITA…

Miguel Antonio Lupián

La sala de espera estaba atiborrada de tipos vestidos con mayones de colores estrambóticos, capas largas y antifaces ingeniosos. Había musculosos y panzones; altos y chaparros. El hombre atravesó la sala con la mirada baja: sentía pena de su disfraz: unas botas sucias y una gabardina carcomida por las polillas. Entregó el curriculum a la secretaria cadavérica y se sentó en la única silla que quedaba disponible. Lo pequeño de la habitación, la gruesa alfombra y lo bajo del techo, el bullicio, los nervios y el cansancio por una noche ajetreada, terminaron por sofocarlo y cerró los ojos por unos segundos. Despertó cuando sintió la mirada penetrante de la secretaria desgarbada. Era su turno. La sala de espera estaba casi vacía. Se peinó el cabello con las manos y se incorporó lentamente. Antes de abrir la puerta del despacho se acomodó la gabardina y rogó porque hubiera una ventana abierta en su interior. Al entrar una ráfaga de viento alborotó su cabello y la gabardina ondeó heroicamente. Se colocó las manos en la cintura y sonrió mostrando sus blancos y parejos dientes. El entrevistador, un viejo obeso de mejillas rosadas y ojos azules, aplaudió de pie y lo invitó a sentarse. Después de discutir sus proezas más sobresalientes, como el rescate de veinte bebés atrapados bajo los escombros y la disminución del índice delictivo en su colonia, el viejo obeso sacó una pistola del cajón y le disparó silenciosamente en pleno pecho, se acercó al intercomunicador y, apretando un botón rojo, ordenó: El que sigue.