Miguel Antonio Lupián
Escondido entre el zacatón, el teporingo sueña con ser liebre. Sus ojos de bebé asustado han sido testigos de las transformaciones del hombre: desnudo obedeciendo a la naturaleza, vestido obedeciendo a la religión y mal vestido obedeciendo a la tecnología. Para los entusiastas, las orejas recortadas, la nariz juguetona y el cuerpo que invita al apapacho lo convierten en una especie carismática. Sin embargo, ha sido exiliado en los volcanes, pues ¿a quién le gustaría tener en casa a una especie nativa, chaparra, gorda y prieta jugando con los niños?